El ganadero
En el viaje por el norte de la península hemos presenciado el celo del oso pardo que se da en primavera y principios de verano. Un ganadero nos explicaba cómo se convive con el oso, sin mostrar ningún signo de desprecio u odio hacia él. Poco después se quedaba unos minutos observando a los esbardos de una osa, ya casi subadultos y a punto de independizarse. La madre, una osa de color oscuro y con la cruz bien marcada, inspeccionaba cada centímetro de un espacio no mayor a 500 metros, pero que se lo había hecho suyo y donde a menudo entraba algún macho a visitarla. En aquellos momentos los pequeños se escondían en el bosque situado en el fondo del valle.
El ganadero, que ya había sufrido algunas bajas en su ganado, ubicado a 400 metros de la osa, lo miraba con una pequeña sonrisa que denotaba orgullo de convivir con una especie ancestral. Se mostraba orgulloso de su valle, orgulloso de enseñarnos los 5 o 6 osos que esa tarde pudimos captar nuestros ojos. Le pregunté si para él era un problema la presencia úrsida en el valle, me respondió que no, que la naturaleza es así y que él subía dos veces al día para vigilar el ganado y asegurarse de que no hubiera ninguna baja, pero que esto era su trabajo, hacer de GANADERO.